La vida suele llevarnos cual hoja al viento, haciéndonos
creer burlona que llevamos el timón. Forjamos planes que ella desbarata y rearma,
dejando a veces a su paso...roto el corazón. Y seguimos
al tiempo,
sin poder detenerle, pasando de largo, asumiendo,
ignorando
cualquier situación...viviendo, le llaman. Un día...en el
ocaso,
tal vez te des cuenta que vivir la vida...no permite
opción .
Es una tarde fresca de Abril, de cualquier tiempo 2013
quizá ...
porque no de 1899? lo mismo da la fecha para esta
historia.
Ella pasa en un carruaje rumbo a Mayfair en ese Londres
eterno,
con pocos cambios en el paisaje. El cochero aminoró el
paso...
pues atravesaba una feria, esas ferias callejeras llenas
de colorido,
Los ojos castaños de ella se iluminaron al contemplar las
luces,
la gente de clase variopinta riendo y bailando. Los
dueños de las casetas
pregonando sus juegos o sus mercancías. Tuvo el anhelo de
volver a ser niña,
de huir un poco a la rutina diaria al menos por unas
horas más...
robarle tiempo al tiempo su vuelta a la realidad anodina
de su vida.
¡Cochero, llamó con entusiasmo, detenga el carruaje por
favor
quiero dar una vuelta por la feria! El vehículo se
detuvo...
el cochero sonriente le ayudó a bajar, diciendo: Ayer
vine
con mi esposa y mis hijos y aun les dura la alegría el
día de hoy.
¿me esperará? pregunto Laureen. Faltaba más señora,
tómese su tiempo
le guiñó un ojo y sonrío. Ella le devolvió la sonrisa y
le
dijo: ojala que igual que a sus hijos a mí me endulce el
ánimo.
- Se lo garantizó.
Laureen asintió y presa de optimismo nada propio
en ella, echó a andar hacia la bulliciosa feria,
mezclándose
entre el gentío.
Era una noche donde la suave brisa
podía alcanzarte el rostro y jugar con los mechones de tu
pelo,
resultando agradable.
Se incorporó sonriendo a la muchedumbre de niños
extasiados que
con fuerza sujetaban el listón de sus globos de colores,
a las chicas
que coquetas; entre risas sacaban la lengua para probar
sus bolas
de algodón sabedoras que un grupo de admiradores las
seguía a corta
distancia. Los muchachos se daban codazos, reían y se
murmuraban
entre si, mientras ellas...jugaban al eterno juego del
cortejo
humano.
Chicos y mayores lo pasaban en grande...y toda esa
felicidad ,
resultaba contagiosa, Laureen cayó en cuenta que de
verdad...ahí
sola, deambulando por la feria se estaba divirtiendo.
Pasaba en ese
momento por la caseta de una pitonisa, a ella nunca le
habían leído
el futuro, sintió emoción al dar unos pasos adelante y
resuelta,
entro en la caseta. Enseguida lamentó su
impetuosidad...pero tomó
asiento entre las sombras frente a una anciana con
turbante lleno
de abalorios que sonreía . Le tomó la mano derecha y dijo
con voz
lúgubre...Veo a una joven bonita con brillante pelo
castaño...
delgada como un junco y ojos ilusionados. La anciana hizo
una pausa
y miro a Laureen sin pestañear. Esta mujer conocerá a
dentro de poco
a un hombre cautivador, un desconocido de pelo azabache,
alto, delgado
con ojos interrogantes y sonrisa fácil, que devolverá la
luz a sus ojos
y el rubor a sus pálidas mejillas.
Laureen exclamó:
No, espere...ya basta, y retirando su mano, desechó
la idea con un ademán. Conozco muy bien mi
pasado...quería saber si acaso
mi futuro. Y con enojo...puso un billete sobre la mesa y
salió de
la caseta de la pitonisa.
Una vez en el exterior siguió paseando
y divirtiéndose con los payasos en altos zancos, las
bailarinas egipcias
un chico con un mono que hacia piruetas. Se detuvo en
seco ante un
sombrío pregonero. Que con el pelo negro como el
azabache, delgado
y alto con ojos sombríos y oscuros ...con esa mirada
profunda que habla
que ha visto demasiado, esos que ya no contienen ni un
destello de luz.
Una cicatriz real o tatuada cruzaba su rostro dándole un
aspecto de
peligrosidad... Laureen sonrío ante la picardía de la
pitonisa...el hombre
bajó la vista y la sorprendió sonriendo...sin sonreír ,
ni alterar lo mas
mínimo la mirada , se inclinó y le dijo: La señorita
querrá comprar
este elixir maravilloso que devuelve la lozanía a la piel
y conserva
el color de sus mejillas y la brillantez de su pelo? Apenada Laureen
balbuceó: Yo...no, no gracias y alejándose volvió al
carruaje para volver
a su hotel.
Durante al trayecto al hotel, Laureen no dejó de pensar
en aquel vendedor
de elixires maravillosos, y se sonrojó al pensar que no
dudaba que fuera
capaz elixir o no de devolver el color a las mejillas de
cualquier mujer.
Le apenó su reacción de colegiala asustada, pero pese a
todo se alegró
de haber seguido su impulso y recorrer la feria. Ya en la noche; en la
soledad de su habitación y sin lograr conciliar el sueño,
en la oscura
quietud de la noche... pensó en aquel hombre de
inolvidables ojos oscuros,
y evocó otros...castaños, plenos de interrogantes en la
cara juvenil
de un larguirucho que en un medio abrazo la acercaba a su
cuerpo.
Y, por una extraña e incomprensible razón, el vívido
recuerdo le llenó los
ojos de lágrimas de pesar por lo que no había podido
ser...y nunca sería.
Malusa
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