viernes, julio 31, 2015

Luna azul y un cafe

















Luna azul, era de Acuario, tiempo de cambios y transformación. Dónde lo que no cambia… es la ambición, el orgullo, las ansias de poder y dominio. El afán de TENER. Tener el poder, el dinero, la razón, sin importar el cómo. Cuentan las hadas y los duendes que ayer, ese “ayer” enigmático que se nos escapa de las manos y al cual todos alguna vez, quisiéramos volver, existía un mundo pleno de armonía, de luz, de risas, de AMOR
No ese amor que entra en polémica, sobre los derechos de los heteros, y los no heteros. Sobre familias monoparentales o familias equis. Sino el otro, el que no conocía fronteras ni limitaciones. Pero un aciago día… algo sucedió: Un ser humano ególatra, ambicioso, egoísta y frustrado. Lleno de amargura ¿Cómo no? Tomó para desgracia del mundo actual la decisión de ir a una placita llena de maceteros en flor, de arbustos fragantes, luna y estrellas. Mariposas, abejas y colibríes que en armonía libaban el néctar de aquel jardín dónde el viento se llenaba de risas, de ruido de besos y suspiros de placer. Aquel mágico lugar en un lugar del orbe que olvidé preguntar servía una bebida tan solo CAFÉ. Lo había… negro con leche, sin leche, negro azucarado, negro acanelado, cappuccino solo, cappuccino caramelo,vainilla francesa, caramel machiato, nuez de macadamia,mocca, espresso cortado, doble, sencillo, café vienés, irlandés, mexicano, turco, cubano, colombiano, de Kenia y Brasil, con licor de amaretto, licor de café, cereza, naranja, piloncillo. Arábigo, robusto, orgánicos, descafeinados, tostados medios, oscuros, claros.. Las cafeteras estadounidenses e italianas, prensas francesas, aero-press, sifón, dripper, chemex, expres, pocillos, filtros de tela y demás hacían un ruido musical al arrojar sus caldos aromáticos.
Aquel individuo que antes mencioné, por motivos laborales, se encontraba en una reunión con colegas de la empresa, tan turistas como él en una tierra de lengua musical y extraña, en aquel café de luces cálidas y estilo que desconocido. En un instante de distracción, mientras todos comentaban el tema de la modernidad de cualquier nación, reparó en la clientela que llenaba aquel lugar... “parecen felices se dijo” una pareja, tomada de las manos saboreaban sus tazas sonriendo, sin percatarse de unos “bigotes” de crema que sin aquella hermosa sonrisa los haría ver ridículos. Dos señores de edad madura tomaban su taza a dos manos mientras el diario, quedaba olvidado sobre la mesa y con los ojos cerrados se entregaban a solo Dios sabe que ensoñación. Un grupo de señoras platicaban quedito, y bebían con fruición sus tazas que aun emanaban espirales de humo con un placer inimaginado. Pero su mirada quedo esclava de una chica, que aferrada a su taza, escribía algo en una agenda a la vez que se relamía los labios con deleite, mantenía una sonrisa inefable y su rostro tenía una expresión de éxtasis mientras bebía trago a trago su café. Al terminar con un suspiro de placer infinito, miró su taza con nostalgia anhelante, revisó su maquillaje, sus cejas, se relamió los labios de nuevo, se levantó a pagar y partió, con esa sonrisa que parecía un sol naciente.
El hombre corrió al mostrador y como pudo, pidió un café igual al que tomara aquella muchacha. Afortunadamente la barista entendió lo que él quería y le sirvió aquella taza de café que lo llevaría al paraíso observado. El hombre acercó la taza a los labios como quien está por besar a alguien que se ansía besar, y bebió... ¡Nada!. Para no entrar en pánico, pensó en que quizá estaba siendo demasiado exigente sobre la primera impresión, respiró profundo y bebió otro sorbo. Se relamió los labios y cerró los ojos... ¡Absolutamente nada!. Eso era café, caliente, recién hecho, recién tostado, enteramente nuevo y fresco, pero nada más.
Irritado, el hombre se levantó y fue a la mesa donde estuviera la chica. Tomó la taza, la olfateó, bebió el residuo tibio del café. Técnicamente, estaría mejor el propio en temperatura... Pero no. No había nada especial en aquel brebaje oscuro y ligeramente dulce.
Llegó a la conclusión de que aquel lugar y sus parroquianos eran "gente extraña y anómala" pero él quería descubrir el motivo de aquellas risas, aquellas caras de éxtasis, aquel "no sé qué" que flotaba en el aire. Pidió de todos los cafés de la carta, día tras día, observaba aquel placer que a él escapaba. Y fue entonces... mientras bebía un espumoso caramel machiato, que se le llenaron el alma, la mente y el cuerpo, de una envidia paranoica. Odiaba al café y a todos los que lo bebían,
los que disfrutaban, los que salían quince, veinte minutos antes de casa para pasar por una taza en el camino a la escuela o al trabajo. Cuando observaba por una ventana a una familia en torno a la mesa con sendas tazas en las manos, rechinaba los dientes y maldecía. Simplemente la palabra "café" le producía náuseas y para justificar su aberración, y aquel odio creciente. Dedico su vida a regar aquí y allá rumores sobre la desventaja de beber café. Compró aquel local y lo mandó derribar, construyendo en su lugar un horrible y gris edificio de apartamentos dónde la gente odiaba a sus vecinos, odiaba el lugar, y se odiaban a sí mismos.
Es por aquel aciago día que actualmente… la gente disfruta un café en locales tipo Starbucks, BlackCoffe, Nescafé y Nespresso, dónde se pide el café de preferencia, se sientan en una mesa abstraídos sin mirar a nadie, atentos a su ordenador portátil, su IPod o su IPhone. Y aun estando ocho en una mesa, ni siquiera se miran. Desde aquel entonces... el café aun causa adición, pero raramente... sonrisas, ensueño, suspiros de placer o rostros que denotan un éxtasis que nos llevarían a preguntarnos ¿qué café está tomando? Y son lugares impersonales, dónde nunca verás una mariposa, un colibrí o abejas libando néctar en maceteros pletóricos de flor.
Que tengas un excelente fin de semana. Por favor, tomate un café... cierra los ojos, y evoca aquel lugar que lleno tu corazón de ilusión, de sueños por alcanzar, de sonrisas plenas y ¡Disfruta! como si aún existiera ¡aquel lugar! Dios contigo
Malusa