lunes, octubre 28, 2024
Cuento corto
La luz amarilla baño el rojo palpitante de la pared, y esta, se inundó de sombras que bailaban al compás de una música lejana que parecía no tener sentido ni presencia, pero que hacía a aquellas sombras convulsionarse, uniéndose tanto que en momentos parecían fundirse con la noche.
Los gemidos en momentos suaves y luego desesperantes, inundaban de color naranja la luz de la lámpara lejana. Que, pretenciosa quería iluminar toda la escena. Entonces… se abrieron unos labios dejando escapar un apenas audible “Te quiero” y la espléndida cabellera negra de un varón, giró en un desesperado movimiento por entre las ocultas sombras de la pared y quedó tan sólo una silueta femenina formada por el juego de luz y sombras. Que, como una esfinge dorada se dejaba acariciar.
La imagen se borró y apareció entonces el hombre de cabello negro, mirando aquella luz amarillenta que bañaba el muro, cobija de sus amores y hoy… tan quieta, tan seria y sin sentido. ¡Como la había querido! Igual que si fuera la luz del sol, que solo por ella y con ella podía vivir. Pero se encontraba solo, nada en las manos que indicara el ayer de aquel amor tan intenso. La cabeza estática, los labios pálidos con una mueca dolorosa ¿Porqué se fue? ¿Es que todas las teorías habían fallado? ¿En que podía haberse equivocado? Todas las mujeres se van con aquel que mas les convenga le había dicho un amigo. Pero… en esta ocasión esa teoría era errónea. El tenía todo lo que pudiese ambicionar una mujer pensó: Era bello, él lo sabía, era alegre y cariñoso, ella misma se lo había repetido hasta cansarse. Podía darse y darle los lujos que se le hubiesen antojado, todo aquello que le hubiera pedido. Entonces…
¿Acaso tenía otro hombre algo que a él le faltaba? ¿Acaso alguien sería mas cariñoso, más rico, más gentil? ¿Qué podía darle aquel, si era un pobre empleado, que vivía de su sueldo con medianías? No, pensaba ¡Yo fallé en algo!
Cerró los ojos para imaginar aquellos labios sedientos de cariño que ella le ofreciera antaño en ese mismo lugar. Ella no era como todas, ella se había ido con otro, a pesar de no tener ni un centavo y solo por eso la perdonaba. Porque tuvo el valor de dejar todas las comodidades aunadas a el gran amor que el le ofrecía. El sonar del teléfono lo sacó de sus cavilaciones, la voz de su superior en puesto y dinero, le cortó sus tristes pensamientos. Su jefe, era un impertinente que lo invitaba a cenar cada noche para que los acompañara a él y a su joven esposa. El aceptando la invitación tomó su abrigo y se dirigió a la salida, sintiendo un extraño frío desde el momento en que el teléfono sonó. Era un frío helado que venía de dentro. Iría… claro que iría ¡tan sólo por verla! Porque, aunque cada noche se inventara que ella lo había dejado por amor a otro hombre con menos virtudes y dinero. La realidad, es que su gran amor era la esposa de su superior. Y como cada noche, se limpió con el dorso de la mano la lágrima que necia resbalaba por su mejilla. Y como cada noche, se repitió: “Ella me dejó por amor a otro hombre” Echo a andar calle abajo… y sacudiendo la cabeza pensó: “Lástima que ella ni siquiera sabe mi nombre, que pena que todo este sueño sea una mentira” Que pena que ella cada noche solo pronuncie secamente: “Buenas noches Ramírez”
**Nunca vivas de mentiras forjadas para dar brillo a tu vida. Vive de realidades, aunque estas te parezcan pobres y sin el brillo ilusionado que presentan las quimeras. La realidad, por gris que pueda parecerte es a lo que puedes llamar ¡Tu verdad!
Cuento corto
Malusa
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Agosto 14/77
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